sábado, 22 de septiembre de 2012

Para no morir el próximo año

Tras descender por Milpas Altas, llegando a Bárcena, el pasado domingo, cuando, antes de tomar la ruta final hacia la carretera principal, comencé a escuchar un prolongado intercambio de disparos. Las municiones zumbaron cerca de mi auto. La fila de carros se detuvo, todos subimos los vidrios, aún sabiendo que son vulnerables a la muerte. Al rato, que pareció una eternidad, avanzamos, cuando nos desplazamos unos metros, se aproximaron patrullas policiales, ambulancias de bomberos y cientos de curiosos. La siguiente hora que tardé en llegar a casa fue prácticamente de pensar y repensar sobre la difícil situación por la que atravesamos los guatemaltecos día con día. Una de las imágenes que me desfilaron por la mente y que todavía recuerdo es la de cómo la muerte coquetea con todos, ronda por todos los callejones y no se sacia de llevarse almas con ella. Mientras conducía, aliviado porque ninguna bala me impactó, imaginé que estamos en un gran campo verde. Que todos los guatemaltecos somos seres diminutos que merodeamos por entre las plantas. Entonces se acerca la enorme muerte, como Gulliver, y nos busca por entre los matorrales. Entonces se agacha y al azar escoge a algunos y los introduce a una cubeta, de donde nunca más regresarán.

Eso, seguramente se podrá catalogar como paranoia o alucinación. Pero no, pues desde el pasado domingo a la fecha, esta gigantona con apariencia de calavera ha continuado agachándose al azar y se sigue llevándose diariamente compatriotas con ella. Sigue creciendo y contrariamente a Gulliver, cuando llega a una isla donde todos son más grandes que él, esto no sucede con ella.

Cuánto tiempo tendremos que esperar para despertar de esta pesadilla diaria. De escondernos, evadirnos, escabullirnos de ella. Las cifras siguen subiendo, continúan muriendo mujeres, niñas, ancianos, jóvenes por violencia. Cada año se hacen recuentos, se lamenta, se llora, pero lo que menos se hace es prepararse para no morir el próximo año.

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