lunes, 9 de mayo de 2011

La autopista del Sur





No cabe duda que el tráfico en las carreteras, calles y avenidas de la Capital ha disminuido en comparación con el que iniciamos el año. Sin embargo, las carreteras de ingreso o salida, como la Interamericana, la carretera al Atlántico, Pacífico o la Carretera a El Salvador siguen ultra congestionadas.
El gasto de gasolina, llantas, aceite. No se diga el tiempo que se invierte metido dentro del vehículo, autobús o transporte de carga se multiplica debido a las enormes filas de vehículos. Hoy ya no son solamente a la hora pico, sino en cualquier momento. Antes, cuando se detenía el tráfico, lo primero que uno se preguntaba era ¿qué fue lo que pasó?, pero ahora, a pesar que la radio transmite noticias sobre el tráfico, igualmente la resignación, el enojo, la paranoia y la angustia se apoderan de todos.
Todas las mañanas cuando voy hacia el trabajo recuerdo el relato “La autopista del sur” de Julio Cortázar, en el que debido a la extensa cola, los pilotos y pasajeros de los autos detenidos deciden conformar una ciudad “paralela”, mientras pasa el tiempo. Muchos se organizan, algunos se enamoran y otros sufren problemas psicológicos. Al final cuando comienza a avanzar la cola, cada uno vuelve a su auto y como quien dice “si te he visto, ni me acuerdo”.
Cuando uno observa a los viajantes, prácticamente presos dentro de los vehículos, algunos aprovechan a desayunar, otros visten a sus hijos, hay quienes, las mujeres, por ejemplo, se pintan, se maquillan y se embellecen; otros leen la prensa, hay quienes aprovechan a enviar mensajes o a fumar como descocidos.
Me parece que en algunos existe cierta resignación o malestar. Lo que ocurre es que los medios de transporte se han convertido en habitaciones móviles, en casas rodantes, en escuelas o salones de belleza. El tiempo que transcurre en el tráfico, puede llegar a un promedio, muchas veces, de tres o cuatro horas diarias.
Si a lo anterior, le agregamos que no sabemos cuándo nos van a tocar el vidrio con una pistola para que entreguemos el celular, si van a entrar a la “camio” a asaltar a todos o a poner un artefacto explosivo; si agregamos factores como el clima, contaminación ambiental de humo y de publicidad, ruido, pues como que la experiencia se va convirtiendo en surrelista. ¿Un manicomio? ¿Un hospital? ¿Una clínica psicológica? ¿Una cárcel? Me gustaría viajar como algunos presos cuando van a los tribunales: con escolta, abriendo el tráfico y a toda velocidad.