viernes, 3 de diciembre de 2010

La polifonía como estrategia narrativa y la carnavalización del discurso religioso


Del escritor costarricense, Carlos Villalobos, su primera novela El libro de los gozos, publicada por la editorial San Judas Tadeo, en San José, Costa Rica en el 2001, para desarrollar lo siguiente: .

La fábula:

La novela se nos presenta a lo largo de sus 33 capítulos con dos narradores: Juanelí y Jacharrata. El primero de ellos es nieto de Clemencia Osejo viuda de Ortuño, conocida como Abuela la Profeta, una mujer que a través de su vida ha sido “elegida” como la Matriarca de Santalucía. Ella, a través de argucias, de confusiones, artimañas, juegos que colindan entre brujería y santería, despoja a los pobladores de bienes. Es famoso por la preparación de una olla de carne con recetas muy singulares y propias de su estilo. Su carisma, que se basada entre la unión de un perfil de sacerdotisa, con el de una hechicera posmoderna, le brinda posibilidades para que a través de un discurso irónico religioso, logre sus objetivos, como robarse una vaca, orillar a una mujer a que se prostituya, eliminar la competencia religiosa, como el caso de dos visitantes mormones que llegaron al pueblo.
La novela está narrada en primera persona por dos personajes. Juanelí Ortuño, resulta ser el ungido y es quien sigue la actividad de Abuela la Profeta. Claro, también, despojando y engañando a los feligreses, (entre los cuales el lector es uno de ellos) y quienes se dejan llevar como ovejas al desbarrancadero, debido a su capacidad de retórica, muy al estilo de los pastores evangélicos y de otras sectas, que tienen el “don” de la manipulación. El colmo de su oportunismo y manipulación culmina con el abuso sexual a una muchacha y el encierro a la cárcel.
Jacharrata, el más fiel seguidor de Juanelí, conocido como Jacharrata Apóstol, es otro de los personajes con voz en primera persona y quien busca afanosamente a su líder para integrarse de nuevo a esa tan singular iglesia clemenciana. Poco a poco se va dando cuenta, o quizá no se quiere percatar, de que su amigo, el ungido, es un gran estafador, que ha estado preso y quien ha engañado a casi toda Santalucía.

Análisis:
Existe en El libro de los gozos una polifonía entre la voz del autor, la voz de Juanelí y la voz de Jacharrata. En sus ciento noventidós páginas observamos a cada una de estas voces configurando una textualidad autónoma en el texto. En algunas partes nos percatamos que es el autor quien nos esgrime sus argumentos; en otras, es el irónico y cínico Juanelí (narrador en primera persona), mientras que en otros instantes Jacharrata (narrador en primera persona), pareciera cortarse los lazos que lo atan al autor, cual marioneta que se libera de su manejador, y presenta al lector lo irónico y paradójico que resultan los discursos religiosos. Tomando en cuenta lo anterior, encontramos en la novela de Villalobos una polifonía, entendida ésta como la utilización de varias voces o focos narrativos en un mismo discurso y que Mijail Bajtin ha definido como dialogismo. Para Iris Zavala la dialogía es, según Bajtin, una importante cualidad en los discursos narrativos por la cual éstos resultan de una interacción de múltiples voces, conciencias, puntos de vista y registros lingüísticos sociales e individuales:
“Dialogía: el concepto obtiene su más clara exposición en la reescritura del estudio sobre Dostoyesvski (1963) y, en las relecturas y reelaboraciones posteriores de la Estética. Para comenzar, es una noción dinámica; la dialogía establece la relación entre enunciados (‘voces’) individuales o colectivas. Lo dialógico concierte ante todo a la interacción entre los sujetos parlantes (locutor = voz hablada o activa; emisor = voz del circuito comunicativo escrito), y los cambios de sujetos discursivos, bien sea en el interior de la conciencia o en el mundo real. Supone, asimismo, una articulación que incorpora ‘voces’ del paso (tiempo), la cultura y la comunidad. Revela, en definitiva, la orientación social del enunciado. En cuanto que determina la ‘pluralidad’ y la ‘otredad’, se opone a la ‘voz’ monoestilística y monológica que impone la norma, la autoridad, el discurso de poder. Captar la dialogía —la poliglosia, la heteroglosia— significa el desafío a un lenguaje único. Ambas corrientes mezclan sus aguas, se oponen. ”.
Debido a esta herramienta propuesta por este desaparecido crítico ruso, es importante identificar las voces en el texto de Villalobos, que al final de cuentas son las que definen el relato, más que los propios personajes.
Juego de voces
A través de las páginas de la novela nos percatamos con son varias las voces que intervienen, por lo que necesitamos identificarlas y sacarlas una por una, al igual que se sacan los peces de la red: uno tras otro, frescos y bien identificados. Esta herramienta que nos permite observar la pluralidad de voces es utilizada como estrategia en la narrativa de Villalobos; la dialogía también refuerza los argumentos que el autor tiene en cuanto a los discursos religiosos.
La primera voz que encuentra el lector en El libro de los gozos es la de Juanelí, narrador protagonista, quien de inmediato hace alusión a Clemencia Osejo, la Matriarca de Santalucía, y la referencia de la casa de los milagros en la que ambos vivían:

“Por aquel tiempo, a mi Abuela la Profeta todavía no le habían salido aquellos horribles musgos verdes en el cuerpo. Y todavía, hermanos, Abuela y yo vivíamos en la vieja casona de los grandes milagros. ”.

Al final del primer capítulo, Juanelí tira sus cartas a sus seguidores, que están relacionados con el propio lector, a quien tanto el narrador como sus personajes se dirigen. En este párrafo, Juanelí presenta el incipit de lo que ocurrirá durante toda la novela:
“Hermanos, si alguno de ustedes quiere contradecirme no podrá porque estas cosas no son mías. Dios y la Profeta Osejo las escribieron en mi corazón. Y he aquí que he sido llamado a predicar para que todos aquellos que pueden oír oigan, para que oigan los jueces que juzgan, que oigan que yo tengo autoridad para juzgarlos a ellos .”.

Sin embargo, encontramos también que el narrador, es decir el propio Carlos Villalobos nos quiere mostrar, a través de la voz de Juanelí y de Jacharrata, lo cínica que puede ser la vida en los templos religiosos. A través de las voces de ellos, la voz oculta del autor nos remitirá a los hechos de cada uno de sus personajes, para justificar lo que él intenta darnos a entender en su novela. Mostrará los desmanes, las virtudes de la Profeta Osejo, la capacidad de “liderazgo” de Juanelí y la total confusión de Jacharrata para percatarse que todo, todo, todo es un engaño.
Villalobos utiliza la comparación para describirnos el discurso religioso, por eso es que cada vez que alguno de sus personajes se refiere a un acto realizado por otro (Abuela la Profeta, en el caso de Juanelí y Juanelí, en el caso de Jacharrata), utiliza la comparación de manera irónica:

“Y sus rezos —se refiere Juanelí a la Abuela Osejo— llegaban tan alto que casi tocaban el mismo nido donde los truenos duernen y los ángeles acuñan las almas de los niños.”. (27)

Más adelante, Jacharrata narra cómo reclutaban feligreses con Juanelí:

“Casi siempre teníamos éxito. Sobre todo porque Juanelí tenía una labia increíble. Era capaz de persuadir hasta el Papa, si se le hubiera presentado la oportunidad.”. (35).

Juanelí expresa cómo la abuela lo bautizó:

“Y he aquí que la abuela me bendijo de este modo. Y sobre mí, hermanos, fundó su esperanza para un reinado que en estos momentos está creciendo. Está creciendo aquí en esta iglesia, gracias a ustedes, hermanos, que han creído sin conocerla. Aquel beso húmedo fue como una especie de ceremonia de iniciación.”. (53)

En el juego de dos narradores en primera persona (Juanelí y Jacharrata), en el que como lectores nos percatamos que el propio autor intenta ponernos en presencia de un carácter vivencial de los protagonistas. Villalobos nunca pone a ambos narradores en un contacto directo, a menos que lo haga por medio de la analepsis a través de alguno de ellos, por lo que coloca al lector, primero en el plano de querer encontrar esa búsqueda de Jacharrata a Juanelí y segundo, en lo absurdo de ese encuentro. Lo último, debido a que a través de la parodia y de los sucesos que nos llevan a deducir lo difícil del encuentro y por lo tanto a la misma ironía de sus discursos.
Aunque el autor no sea un protagonista directo dentro de la novela, está presente, como lo vimos en los ejemplos anteriores, también en la forma como estructura los discursos de Juanelí y de Jacharrata. Del primero, cuando se dirige a sus “hermanos”, que entran a ser lo mismo que “ustedes lectores”. En el caso de Jacharrata, también se dirige al lector narrándole su experiencia. A través de ambos discursos notamos que no existe ninguna neutralidad en el narrador, sino que la misma ironía lo lleva a ridiculizar a sus personajes y a perder toda credibilidad en ellos.
En la parodia y la ironía que presenta el autor de los discursos religiosos a través de sus personajes, dentro de la propia polifonía narrativa, propone una descalificación y carnavalización de lo que ocurre cotidianamente en los templos religiosos, en los que curas, sacerdotes y pastores de diferentes iglesias, sectas y similares, se aprovechan de la “fe” de muchos, para beneficiarse económica, política y hasta sexualmente.
Veamos el ejemplo de una de las prédicas de Juanelí:

“Por lo tanto, yo profetizo, según el Espíritu de la Abuela que mora en mí, que nadie vendrá a esta iglesia a menos que pague con devoción, como la ley manda, hermanos. Por lo tanto, la iglesia está consagrada a quienes puedan dar lo mejor de sus ahorros espirituales. Y he aquí que los mandamientos que les doy son como una tierra de orquídeas libres, son como un cachorro de río saltando por los montes.”. (157)

Con los anteriores ejemplos hemos notado de las estrategias que Villalobos utiliza para construir el texto. Sin embargo, también podemos utilizar otra herramienta para seguir observando otras voces en el texto.
Nos interesaría la noción bajtiana de carnavalización. Como lo menciona Iris Zavala:
“Un análisis sistemático obligaría a estudiar no sólo el carnaval como tema, sino en cuanto palabra bivocal o proyección paródica. El lenguaje paródico es esencialmente bivocal: el lenguaje que representa y el lenguaje representado se dan simultáneamente, como contigüedad en cada enunciado. Responde a otra forma de dialogía, con otra función; los matices periódicos se valen de una combinación de palabras muy especial, donde se perciben dos voces, dos sujetos: ‘alguien que podría supuestamente expresarse en esta forma seriamente y otro que está parodiando al primero. (Estética, pág. 299).”. (Zavala: 1991).

En El libro de los gozos se presenta precisamente la carnavalización a través de la parodia y la ironía. Comencemos por ver lo que significa la ironía. Según el estructuralista Jonathan Culler, para reconocer la ironía es necesario poseer competencias de lectura que permitan reconocer los distintos niveles de verosimilitud de un enunciado .
Si el lector conoce los discursos y la forma como los sacerdotes católicos y los pastores evangélicos, podrá identificar cómo Villalobos los ironiza. Como vimos anteriormente en relación a lo afirmado por Zavala, “alguien podría supuestamente expresarse en forma seria..”, que es a lo que alude el texto: una misa católica, un servicio religioso o un culto evangélico. Lo que en el texto aparece es la parodia del primero, veamos:

“Y ahora hermanos, mientras Jacharrata para recogiendo el diezmo, voy a darles el mensaje final del sermón de hoy.
Hermanos, estos tiempos son difíciles. Uno ve cómo cuesta tener un carro y amenazan la democracia; uno, entonces, no tiene más remedio que actuar, pidiéndole al Rey de las Alturas ayuda. Por eso hay que dar y hacer oración. Pero por encima de los volcanes, hermanos, y las nubes, hay que entregar ayudas para la obra de la Profeta. Por eso den, den y el fantasma de mi Abuela, les devolverá siete veces siete.” (página 80)

Observemos las siguientes palabras: diezmo, sermón, Rey de las Alturas, oración, y siete, este último como un número utilizado por la religión (como lo siete días en que se “creó el mundo). Estas palabras nos remiten a la construcción de un discurso religioso, pero ironizado por las siguientes: posesión de carro, amenaza de la democracia, la obra de la Profeta, el fanasma de “mi Abuela”. Que contraponen al discurso religioso.
Otro ejemplo, en el que las funciones del habla irónica son la función perceptiva, que consiste en la posibilidad de que sea reconocida la intención irónica de la instancia de enunciación, y la función persuasiva, que requiere la complicidad irónica del lector:

“Y ay de aquellos que interpreten mal estos mensajes porque estas palabras no las estoy diciendo yo, sino el Espíritu de la Profeta. Por lo tanto ay de aquellos que se burlen y hagan chistes obscenos de todo esto, porque he aquí, hermanos míos, que nunca, oigan bin, nunca recibirán los gozos de la gracia. Conozco el caso de un muchacho delgado de 17 años que se río de estas palabras y al día siguiente amaneció gordo y con así de orejas en la cara.”. (125)

Nuevamente, el autor nos presenta palabras que construyen un discurso religioso, pero además, el propio lector es cómplice de lo que ocurre, ya que se percata de los ejemplos como el del muchacho que engordó y la advertencia que se le hace a aquellos que cuenten “chistes obscenos”.


Conclusiones:
Efectivamente, la novela de Carlos Villalobos logra ironizar los discursos religiosos a través de la ironía y de la parodia. La manera como construye los discursos de los personajes es precisa y apunta hacia la parodia de una “misa” o un “culto evangélico. La misma ambigüedad (es decir que el lector no sabe exactamente qué religión es a la que se está aludiendo, ya que por momentos pareciera católica y por momentos evangélica. En lo que sí es claro es en el caso de los mormones, ya que debido a las características de los hermanos Elder, sí los sitúa como tales. También en el caso de los dos perros, de nombres Rabinuco y Mormonete, a quienes les hace una clara alusión a los judíos y a los mormones), logra el efecto de poner en duda al lector de qué religión se trata, pero independientente de ello, el lector sabe que se alude a la religión, como uno de los discursos hegemónicos, especialmente en el país del autor.
Las varias voces logran esa polifonía en el texto. Tanto la de los personajes, como la del autor, consiguen una interacción verbal, que le da cuerpo a la novela.
Por otro lado, el narrador se construye como irónico durante los 33 capítulos. Es decir que aunque se comporta como alguien que finge ignorar la contradicción entre lo que muestra (las fechorías de Juanelí o de la Abuela Profeta, por ejemplo) y lo que sabe (o lo que el lector conoce, gracias a sus competencias de lectura o a los mecanismos de suspenso desencadenados por un narrador (como ocurre con la narración de Jacharrata), que establece complicidad con el lector).
Encontramos que el concepto de dialogía sí puede ser tomado como herramienta en esta novela, ya que se puede salir de la noción de monología y encontrar otras voces y no solamente la voz de la autoría.
El texto se va construyendo en cuando teje su carnavalización, ya que a través de la ironía y la parodia, el autor le pone una máscara a su texto y lo convierte precisamente en un carnaval en el que existe burla, parodia y broma para con los discursos religiosos.
En lo personal, nos parece que la novela se aparta de lo que tradicionalmente se ha escrito en la década de los 90 y principios del 2000. Si vemos el mapa novelístico, especialmente el propuesto en el aula, observaremos que en el caso de Carlos Cortés, su novela Cruz de olvido, presenta la temática de la guerra y un triller que recrea el asesinato ocurrido en la Cruz de Alajuelita; en el caso de Adriano Corrales, Los ojos del antifaz, su personaje David se involucra en la guerra nicaragüense y se convierte en un combatiente del FSLN, mientras que en la de Magda Zavala, Desconciertos en un jardín tropical, recrea las luchas sociales de determinado momento social en Costa Rica.
Por lo anterior, la novela de Villalobos ofrece otra propuesta, que se acerca más a novelas como El asco, de Horacio Castellanos Moya, en la que la parodia constituye un elemento clave para su interpretación.


Bibliografía:
Arias, Arturo (1998). Gestos Ceremoniales. Narrativa Centroamericana 1960-1990. Guatemala: Artemis & Edinter.
Culler, Jonathan (1978). Convención y naturalización", La poética estructuralista. El estructuralismo, la lingüística y el estudio de la literatura. Barcelona: Anagrama.
Villalobos, Carlos (2001). El libro de los gozos. San José: San Judas Tadeo.
Zavala, Iris M.(1991). La Posmodernidad y Mijail Bajtin, Una poética dialógica. Madrid: Espasa-Calpe.