En el quehacer diario de nuestro país los aspectos del pasado se van repitiendo, pero, claro, cada vez, con diferentes actores, pero en esencia los discursos y las acciones continúan siendo las mismas.
Por ejemplo, tras la Conquista y Colonización, siempre hubo carencia de discusión entre, primero, conquistados y conquistadores y más adelante, entre criollos y ladinos o mestizos. No existía un diálogo o concertación, sino más que todo, tomas de decisiones, de quienes ejercían el poder, dictaban a los demás, quienes no les quedaba más que obedecer. La acumulación de tierras por parte de los españoles, el repartimiento de “indios” y la exterminación e intento de conversión al cristianismo fue discutida hasta la saciedad y hasta hubo opositores a ese pensamiento, tal el caso de fray Bartolomé de las Casas.
Traigo a colación lo anterior, tomando en cuenta que el mapa social de Guatemala, sus actores y las decisiones que se toman, también manejan estos discursos coloniales, tal y como ocurría hace tres siglos.
En los pasados días escuché una graciosa entrevista que le fue realizada a través de una radio al alcalde de la Capital. Quienes realizaron la entrevista intentaron dialogar, cuestiones y hasta ponerle ciertos panoramas a su entrevistado con tal que hablara, flaqueara y hasta confesara ciertos aspectos de su administración. Sin embargo, el entrevistado, de manera simpática y con todos los mecanismos de hacerse los quites a las peguntas, tipo Matrix, respondió desde un punto de vista que no ofrecía ninguna posibilidad de moverse en su postura. Los entrevistadores, haciendo gala de sus conocimientos, intentaron a toda costa, pero creo que al final de cuentas, fueron infructuosos todos sus intentos, pues, en algunos temas no estaban preparados o quizá pensaron que el entrevistado no lo estaba. Al final de la conversación me quedó un sabor a añejo en la boca. La capacidad de diálogo en nuestro país sigue tal y como hace muchos años. Quizá esta entrevista me dio esa pauta, pero en otros campos también es evidente que ocurre. Es como si se hubieran transmitido las conversaciones entre criollos y ladinos. Seguramente los primeros no argumentaban, sino ordenaban, por su parte, los otros, o se callaban o hablaban, pero no delante de él.