lunes, 30 de enero de 2012

Reflexiones de género

Durante cientos de años, específicamente en cuando se instauró la Inquisición a finales del siglo XV, la mujer, entre otros, fue blanco de la Iglesia. Se la persiguió cuando se sospechaba que era una “bruja” o tenía relaciones cercanas con Satanás o Abraxas. Si un hombre predecía el futuro, era una especie de profeta. Si una mujer leía la mano, como las gitanas, era sometida a serios interrogatorios y posiblemente llevada a la cárcel. Durante varios siglos, la mujer tampoco tuvo acceso “libre” a la escritura. Las que querían hacerlo, debían disfrazarse de hombre, adoptar pseudónimos o simplemente resignarse a ello. Algunas rompieron las normas, como sor Juana Inés de la Cruz o sor Juana de Maldonado, nuestra ilustre compatriota. En buena medida, a inicios de este siglo, existen ciertas posibilidades para que la mujer pueda vivir con equidad y género, pero claro, falta mucho por recorrer y seguramente madurez entre ciertas organizaciones para no caer en un fundamentalismo de género. Las reflexiones anteriores las traigo a colación debido al papel protagónico de las mujeres. Pero claro, en todos los campos: en la política del país, en puestos ejecutivos, en el deporte (para muestra las medallas de los Panamericanos), el arte y demás. También en el campo delictivo. No solamente aparecen descuartizadas y con balazos, sino algunas, pocas, pero visibles, son “villanas” protagonistas de la violencia que cotidianamente vivimos. No se diga el tráfico de drogas, lavado, secuestros y demás. La reflexión al respecto me lleva tanto a valorar las bondades y maravillas del sexo femenino, pero, también, de la necesidad de igualdad, pero entendiendo esta, como la igualdad que tenemos todos para ser compensados por nuestros logros o, juzgados ante la ley, por nuestras faltas. Es decir, no nos escandalicemos si el “malo” o es hombre o mujer. Somos humanos y nada de lo humano nos es ajeno.