jueves, 19 de enero de 2012

La portada más famosa en EUA

Tomado de http://blogs.elpais.com/papeles-perdidos/2012/01/la-cubierta-mas-famosa-de-la-literatura-americana.html En 1981 Matthew J. Bruccoli escribió en Some Sort of Epic Grandeur, su biografía de Francis Scott Fitzgerald:
“[El gran Gatsby] es la sobrecubierta más valiosa de la novela moderna americana. Los coleccionistas han elevado hasta los 100.000 dólares el precio de un ejemplar de la primera edición con la sobrecubierta en excelentes condiciones, mucho más de lo que a Fitzgerald le reportó la novela en vida”. Y mucho más de lo que le reportó a su misterioso autor: el español Francis Cugat, hermano mayor del músico Xavier Cugat. Sus datos biográficos son escasos: nació en España en 1893, pero se crió en Cuba. Durante los años veinte trabajó como ilustrador, en 1942 una galería de Nueva York organizó una exposición de su obra gráfica, y posteriormente se trasladó a Hollywood, donde trabajó como consultor técnico en 69 películas. Cugat recibió el encargo en 1924, cuando Fitzgerald aún no había terminado la novela. Y al escritor le gustó tanto el diseño propuesto por el español –que bautizaría como Celestial eyes y que en la actualidad forma parte de los fondos de la Princeton University Library– que, anticipando que no cumpliría los plazos previstos, le pidió a su editor que no utilizase esa sobrecubierta para otro de sus autores. “Por el amor de Dios, no le des a nadie esa cubierta que estás reservando para mí. Ya forma parte del libro. He escrito a partir de ella”. El editor, Maxwell Perkins, lo tranquilizó: "No temas. No hay ninguna posibilidad de que se la ceda a otro escritor. Ojalá llegase el manuscrito del libro, no me cabe duda de que será un exponente de la mejor novela americana". Desde el primer momento Fitzgerald tuvo claro que Cugat había creado una “obra maestra”, y el tiempo parece haberle dado la razón.

lunes, 16 de enero de 2012

Estaremos en el disenso

Si partimos del hecho de que atravesamos una época democrática en nuestro país, en la que palabras como consenso serán, de seguro, traídas a colación, constantemente, quiero expresar que dentro de estos procesos también es totalmente válido, el disenso, al cual me apegaré, cuando así lo considere, desde esta columna. Muchas veces son las minorías las que disienten, otras las mayorías. Eso estará por verse a partir de mañana. Para poner claro el significado de la palabra diré que, según el Diccionario de la Real Academia Española, RAE, disentir significa “No ajustarse al sentir o parecer de alguien”. Esto, claro, referente al campo político, pero me parece que para quienes pretendemos ser críticos con el sistema, abarca muchos campos. Cualquiera podría decirme: mirá, ni si quiera ha comenzado y ya estás siendo negativo. Pero en realidad, disentir no significa negativismo. Quizá lo haré con más propiedad en el campo social o el cultural, pues en los demás no soy experto, pero sí soy un ciudadano que puedo opinar si me parece o no determinada política de un Gobierno (o claro, del sector empresarial, o la sociedad civil, etc.) que ha sido electo de acuerdo a las normas constitucionales. Por ejemplo, las políticas y proyectos culturales de los próximos años no han salido a luz hasta la fecha. No se trata comenzar a conmemorar a diestra y siniestra o de repartir nombres a calles. Se trata, me parece, de todo un proyecto de nación a partir de la cultura, que, como parte de nuestro imaginario colectivo, es la que nos hace convivir, revivir las experiencias pasadas, inventar y reinventar, conservar un patrimonio, entre otras más. Somos un país que puede exportar cultura, desde la maya, ancestral, que será recordada a cada rato, precisamente este año, como la Colonia, la moderna y la posmoderna. Si de algo nos podemos jactar los guatemaltecos, es de la cultura. Por eso mismo, estaremos pendientes, ya sea para disentir o apoyar lo pertinente. Comienza la cuenta…