lunes, 26 de septiembre de 2011

Te recuerdo abuela

Aprovechando las efemérides, diré que existen muchas formas de recordar a la patria, en su mes de Independencia o a un ser querido, que tuvo un significado determinante en la vida familiar. En esta ocasión me gustaría hacerlo brevemente sobre mi abuela paterna, Elvira Dávila Posadas, quien hoy arribaría a su centenario de nacimiento. Tuve el privilegio de conocer a tres abuelos, Augusto y Alicia, dos maternos y a ella. Mis recuerdos sobre todos son intensos, pero me referiré a los de doña Elvirita, como era conocida en el vecindario o por sus amigas, por ser hoy cuando hubiera cumplido 100 años. Mamita Viris, como era llamada en el seno familiar, gustaba de la buena música, la lectura y la buena comida. Ella, como buena guatemalteca era bajita de estatura, con un carácter súper dominante, aguerrido y amante de los buenos gustos. Recuerdo de los coscorrones que nos dio, cuando saltábamos por las vecindades o andábamos de travesura en travesura. Era la protectora de nietos, pues siempre nos encubría y en más de alguna ocasión se hizo responsable de más de algún vidrio que quebramos. Fue ella la que me regaló mi primer perro, un Lhasa apso, que nos acompañó por casi diez años, al que llamábamos Cafecito. Como vivíamos por el cerro del Carmen, donde todos los desfiles y procesiones pasaban, nos alentaba a que aplaudiéramos, desde el desfile huelguero de la USAC, hasta el santo entierro de La Merced. Cuando la recuerdo, en rara ocasión me viene una imagen de ella enojada o molesta. Siempre estuvo para nuestros primeros cumpleaños. Vio a crecer espiritual y académicamente a sus hijos y fue una viuda inconsolable, cuando el abuelo, Francisco Méndez Escobar, murió. En los 80 enfermó del corazón y un fin de año de 1982, nos dejó. Un recuerdo para ella en su siglo de natalicio y un abrazo hasta el más allá, donde, seguramente divaga Beatriz, la de Dante, pues como dice el dicho, todas las abuelas van al cielo.