viernes, 9 de septiembre de 2011

Dos franceses en Guatemala

Hace unos días llegaron unos buenos amigos franceses. Era la primera vez que pisaban suelo patrio. Ella ofrece clases de español en su país y ha leído mucho sobre Guatemala. Pero, claro, ahora que vieron con sus propios ojos y caminaron por ciertas zonas del país, han conocido, como quien dice la “mera realidad”. Ellos portaban una ilustrada agenda con cifras que consideraban reales, como precios de hoteles y de transporte colectivo. Algunos datos ya estaba desactualizados, otros vigentes. Ellos vienen de un país en el que si anuncian que el tren va a salir, por ejemplo, a las 11:47, a esa hora sale y punto. No hay otra. Si dice un precio en el menú de un restaurante, eso cobran y punto. Las leyes se cumplen en su mayoría y como quien dice todo funciona de maravilla. Cuando las personas se acostumbran a vivir con la certeza de que su quehacer diario vale la pena y vale el esfuerzo, pues más adelante será retribuido. Y no me refiero solamente al Gobierno, sino a la Empresa Privada y los demás poderes de la sociedad. Me parece que ése es uno de los puntos vitales de Guatemala: la falta de certeza o la frustración de que todo lo que se haga no va a tener una respuesta agradable, sino todo lo contrario. Digamos que salimos a pasear. Uno de los primeros pensamientos es: ojalá no me asalten. Si compramos algo, pensamos: espero que no me estafen y si pagamos algún impuesto, nos decimos: se lo van a robar… Es tan sencillo realizar cambios, la verdad, muy sencillo, la cuestión es empezar por uno mismo. No esperar a que los demás cambien. Si la gente cambia, podría ocurrir que cuando un compatriota llegue a Europa diga: aquí si están fregados no como en mi país… Por otro lado, quiero agradecer a personal del hospital Roosevelt y de Unicar por realizar valiosos esfuerzos para mi papá y hacia otros pacientes que se encuentran recibiendo sus servicios.

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