martes, 14 de junio de 2011

El hombre que parecía un caballo (discursos surrealistas)

Es un texto narrado en primera persona del singular. Desde el principio aparecen elementos surrealistas, que diez años después de su publicación, los seguidores de este movimiento apuntaron en sus manifiestos, tales como romper con la lógica, profundizar en el interior del personajes, propiciar en la atmósfera de la narración un aire misterioso y al azar en el discurso. Tendremos en cuenta los postulados del surrealismo, uno de los “ismos” de las literaturas de vanguardia, para el análisis de este texto y “el sueño de serafín del carmen”, “Pequeña sinfonía del nuevo mundo”, de Rogelio Sinán y Luis Cardoza y Aragón, respectivamente.
El surrealismo se organizó y se formuló entre los años 1924 y 1925. El movimiento surrealista, conocido como disidente del Dadá, tomó ese nombre del subtítulo que puso Guillaume Apollinaire a su obra de teatro Les mamelles de Tiresias, “drama surrealista”.

Fue el autor francés André Breton, quien se convirtió en el padre del surrealismo. Según lo expresa la crítica era el propio Breton quien decidía si algún artista ingresaba o no al movimiento. Breton dictó los aspectos teóricos del surrealismo y publicó tres manifiestos entre 1924, 1930 y 1942. Aunque cada uno de ellos refleja el estado de este movimiento en las distintas épocas, los tres no constituyen un programa teórico de trabajo. Únicamente, el primero, publicado como Manifiesto Surrealista, en 1924, propone un programa y métodos de trabajo, los que utilizaremos para nuestros análisis.
Uno de los postulados del Manifiesto Surrealista formula precisamente romper con la lógica, la escritura automática, es decir el dictado del pensamiento sin la mediación de la razón:

“SURREALISMO: sustantivo, masculino. Automatismo psíquico puro por cuyo medio se intenta expresar verbalmente, por escrito o de cualquier otro modo, el funcionamiento real del pensamiento. Es un dictado del pensamiento, sin la intervención reguladora de la razón, ajeno a toda preocupación estética o moral”. (1985: 44)

Lo anterior ocurre en este texto de Arévalo Martínez. Tomaremos como ejemplo una de las primeras líneas, en las que el narrador comienza a plantear la narración desde el punto del parecer y no del ser, lo que lo hace comenzar a construir al Poeta según lo que su conciencia le indica, veamos:

“Pero mi impresión de que aquel hombre se asemejaba por misterioso modo a un caballo, no fue obtenida entonces sino de manera subconsciente...”. (1997: 5)

Esta obsesión o deslumbramiento del narrador (yo) hacia el poeta y el desencanto, es precisamente la única acción definida y concreta que transcurre en el texto, pero estos hechos sucede de manera subjetiva. Lo primero ocurre cuando el protagonista conoce a Aretal y escucha su lectura de poemas:

“En un principio de deslumbramiento, yo me tendí todo, yo me extendí todo, como una gran sábana blanca, para hacer mayor mi superficie de contacto con el generoso donante”. (1997: 5)

El desencanto sucede prácticamente cuando se anuncia el rompimiento de la relación entre ambos: “Me separé del señor de los topacios, y a los pocos días fue el hecho final de nuestras relaciones. Sintió de pronto el señor de Aretal que mi mano era poco firme, que llegaba a él mezquino y cobarde, y su nobleza de bruto se sublevó.” (1997: 14).
El Poeta, desde que inicia la narración parece tener un comportamiento similar a un caballo, hasta que llega al final del relato a comportase como uno verdadero, que es cuando rompe con la relación del narrador a quien le propina una descomunal coz: “Sentí sus cascos en mi frente. Luego un veloz galope rítmico y marcial, aventado las arenas del Desierto”. (1997: 14).
Y la relación entre ambos, narrador y Poeta termina, como ya lo hemos señalado anteriormente, también en el campo de la subjetividad. Esta subjetividad ocurre en todo el texto. La relación de los protagonistas se construye en esa subjetividad, es decir en lo consciente e irracional, del lado del subconsciente, como también lo indica una de las premisas de los surrealistas:

“Para empezar, digamos que el espíritu no ha percibido nada conscientemente. Contrariamente, de la aproximación fortuita de dos términos ha surgido una luz especial, la luz de la imagen, ante la que nos mostramos infinitamente sensibles. El valor de la imagen está en función de la belleza de la chispa que produce; y, en consecuencia, está en función de la diferencia de potencia entre los dos elementos conductores.”. (1985: 58)

El texto se presenta en varias secuencias en las que se ponen en juego las relaciones entre el narrador con el poeta-equino, es decir un texto psicozoomórfico, en el que también el narrador entra en el plano de la animalización, por ejemplo cuando expresa: “Las antenas de mi alma se dilataban, lo palpaban, y volvían trémulas y conmovidas y regocijadas a darme la buena nueva...”. (1997: 5)
Para Albizúrez Palma en el psicozoomorfismo el autor crea sus personajes partiendo de una clasificación de ciertos animales a los que atribuye determinadas conductas . Con base en esa tipología se construye el protagonista u otros personajes que tienen semejanzas físicas y psíquicas con esos animales; además, la historia desarrolla y especifica las características propias de esta semejanza, confronta al hombre-bestia con otros personajes, pero con características humanas.
En otras obras de Arévalo Martínez se encontrarán personajes como un hombre-perro, hombre-elefante, hombre-serpiente, hombre-topo, hombres-aves, hombres con cola. En estos textos el autor utiliza el animalismo como un vehículo para construir sus personajes a través de un mundo onírico del subconsciente, en donde utiliza la metamorfosis del hombre como bestia y viceversa.
Aretal es construido por el narrador a todo lo largo del texto con características de un caballo, es decir en el plano de lo absurdo y lo ilógico. Esto es uno de los rasgos fundamentales de un cuento psicozoomórfico. Poco a poco el poeta sufre un acelerado deterioro, es decir abandono de las debilidades humanas y del mundo material. Arévalo Martínez altera estéticamente las leyes de la naturaleza y de la lógica y cede al lector otra realidad perturbadora provocada en el narrador por Aretal. Desde el comienzo de la historia, notamos que los hechos se presentan siempre relacionados con la conducta y las características psico-físicas de un hombre que parece un caballo: “...estaba en un extremo de la habitación, con la cabeza ladeada, como acostumbran a estar los caballos”. (1997: 5)
A partir de este momento el señor de Aretal se nos presenta como una bestia equina, es decir comienza a animalizarse. Así transcurre toda la narración a través de un viaje psicológico. El poeta se va construyendo como equino a partir de los siguientes discursos que detectamos en toda la narración:

“Se volvió deslumbrador y escénico como el caballo de un emperador en una parada militar. Los faldones de su levita tenían vaga semejanza con la túnica interior de un corcel de la edad media, enjaezado para un torneo”.; “Y allí, y entonces, tuve la primera visión: el señor de Aretal estiraba el cuello como un caballo.”; “Sí, era cierto: estiraba el cuello como un caballo.”; “Y de pronto percibí, lo percibí: el señor de Aretal caía como un caballo. Le faltaba de pronto el pie izquierdo y entonces sus ancas casi tocaban tierra, como un caballo claudicante.”; “...y de pronto lo vi mover los brazos como mueven las manos los caballos de pura sangre, sacando las extremidades de sus miembros delanteros hacia los lados...” ; Después, otra visión el señor de Aretal reía como un caballo.”; “Y luego cien visiones más. El señor de Aretal se acercaba a las mujeres como un caballo”.; “Yo le expliqué que ninguna mujer lo podía amar, porque él no era un hombre, y la unión hubiera sido monstruosa.”; “Yo le expliqué que ningún hombre le podría dar su amistad, porque él no era un hombre, y la mistad hubiese sido monstruosa.”; “Galopaba alegre y generoso en los llanos, con sus compañeros; gustaba de ir en manada con ellos; galopaba primitivo y matinal...”; “El caballo, su hermano, muerto a su lado, se descomponía bajo el dombo del cielo, sin hacer asomar una lágrima a sus ojos...”; “Usted miente, y encuentra en su elevada mentalidad, excusa para su mentira, aunque es por naturaleza verídico como un caballo. Usted adula y engaña y encuentra en su elevada mentalidad, excusa para su adulación y su engaño, aunque es por naturaleza noble como un caballo. Nunca he amado tanto como al amarlos en usted.”; “Usted ha llevado siempre sobre el lomo una carga humana: una mujer, un amigo...”; “Sentí sus cascos en mi frente. Luego un veloz galope rítmico y marcial, aventando las arenas del Desierto”.; “Era el señor de Aretal que se alejaba en su veloz galope, con rostro humano y cuerpo de bestia”. (1997: 5-14)

No hay comentarios:

Publicar un comentario