lunes, 13 de junio de 2011

Arévalo Martínez en el umbral de las Vanguardias






Presento al escritor guatemalteco Rafael Arévalo Martínez, como el primer narrador vanguardista en América Central. Su libro El hombre que parecía un caballo (1915) se inserta en la literatura hispanoamericana como un autor precursor de la narrativa vanguardista en América Central.
Con excepción de los poetas nicaragüenses como Coronel Urtecho, Pablo Antonio Cuadra, que comenzaron a publicar sus poemas a finales de la década de 1920, la mayoría de autores guatemaltecos, salvadoreños, o costarricenses han sido excluidos del canon. Nuestro interés en este capítulo es demostrar pues que es el primer narrador vanguardista en la región.
Arévalo Martínez fue incluido en muchas antologías durante la primera mitad del siglo XX. Sin embargo, a partir de entonces sus textos han sido poco comentados o incluidos en estudios sobre las vanguardias. Entre los estudiosos de este autor destaca Alberto Zum Felde, quien en La narrativa en Hispanoamérica, propone a Arévalo Martínez como el precursor del surrealismo .
Por su parte, Jaime Herzenhorn, también ha escrito que la obra del guatemalteco diverge el modernismo y que El hombre que parecía un caballo es un preámbulo a lo que producirá el movimiento surrealista . Graciela Palau de Nemes publicó “El hombre que parecía un caballo, antecedente de El Rinoceronte . La literatura de lo absurdo”, en el que describe a Arévalo Martínez como un autor que publicó “una obra hispanoamericana que anticipa por casi medio siglo lo que en la literatura europea contemporánea se considera muy avant garde”. Tomaremos en cuenta los análisis de estos críticos para apoyar nuestra investigación.
La obra de Arévalo Martínez es abundante e integrada por textos de varios géneros. Vivió 91 años (1884-1975), por lo que su producción además de abundante, se puede ubicar en diversas corrientes debido a las diversas etapas en las que fueron creadas y publicadas.
Varias causas motivan a profundizar no solamente en su creación literaria, sino en sus actuaciones como autor. Primero, por su incursión en la poesía, la que comenzó a publicar a partir de 1911 , hasta 1965 ; en la novela, cuentos, ensayos, teatro y biografías, además de sus publicaciones en periódicos y revistas; y segundo, porque, aunque fue un escritor que arrastró serias enfermedades, su vida está entregada de lleno a la literatura.
Sin embargo, aunque los anteriores elementos no son de vital importancia en este trabajo, sí lo es el hecho del tratamiento que hace a sus primeras creaciones literarias, en las que el autor manifiesta características diversas en sus obras que pueden ser ubicadas en varias corrientes literarias, como expresamos líneas arriba.
El hecho de mencionar sus obras responde precisamente a exponer que Arévalo Martínez es un autor prolífico. Además, que vivió en solitario: no se expresó en manifiestos ni se unió a grupos políticos o artísticos, como acostumbraron muchos vanguardistas.
Sin embargo, el hecho de publicar El hombre que parecía un caballo en 1915, en la época de la dictadura de Manuel Estrada Cabrera, cuando únicamente se podía leer la guía telefónica sin censura, como lo señala irónicamente Mario Monteforte Toledo, constituye un desafío y una nueva propuesta estética. A pesar de ello, se realizó la primera edición en 1915, en la ciudad de Quetzaltenango, Guatemala, en la imprenta Tipográfica Arte Nuevo.
Tomemos en cuenta que esa obra ofrece un texto con incursiones en lo racional, lo prosaico y hasta lo absurdo, por lo que rompe con la literatura tradicional y decimonónica. Esto permite que presentemos a Rafael Arévalo Martínez como la punta de lanza del vanguardismo en América Central, que es nuestro propósito.
En la creación arevaliana, entre 1911 y 1925, comprende poesía, Maya (1911), Los atormentados (1914), Las rosas de Engaddi (1918), Poesías escogidas (1921); novela, Una vida (1914), Manuel Aldano o la lucha por la vida (1922) y La oficina de paz de Orolandia (1925) y cuento, El hombre que parecía un caballo (1915).
Agreguemos que Arévalo Martínez publicó más adelante, en 1947, su novela Hondura, que junto a Una Vida y Manuel Aldano, completó sus tres novelas autobiográficas, en las que recoge parte de su juventud, pero más que eso, lo relacionado con la creación de El hombre que parecía un caballo.
La vida de este escritor tuvo sus altibajos y es clave para conocer buena parte de su obra. Se sabe que aprendió a leer cuando apenas tenía cinco años. No era un alumno excepcional, por lo que al principio decepcionó a sus padres. Pero, dio un giro como estudiante y con tan sólo cinco años ganó todas las medallas de honor que se podían obtener.
Debido al excesivo esfuerzo que realiza durante años para sus estudios y las múltiples lecturas, un médico lo declaró no apto para la escuela. Su agotamiento físico provocó que se alteraran sus nervios, por lo que abandonó la capital guatemalteca. Primero, viajó hacia la zona norte del país conocida como las verapaces (integrada por los departamentos de Alta y Baja Verapaz), seguidamente al occidente, donde trabajó durante algunos años y se dedicó completamente a escribir. En 1910 escribió la letra del “Himno a Centro América”. Seguidamente viajó a oriente, exactamente en la frontera con El Salvador. Más tarde volvió a la capital, donde conoció escritores como Carlos Wyld Ospina, Máximo Soto Hall, Flavio Herrera y otros. Más adelante tuvo contacto con José Santos Chocano, Rubén Darío y Porfirio Barba Jacob, este último ha sido descrito como persona fundamental en El hombre que parecía un caballo.
El propio Arévalo en “Cómo compuse El hombre que parecía un caballo”, publicado en Guatemala en 1960 se dice de su texto y su génesis:

“En los últimos meses de 1914 enfermé gravemente en Guadalupe y tuvimos, mi familia y yo, que regresar la ciudad de Guatemala. ¿Qué incendió mi sangre, de vuelta a ella? Acaso una reserva de energías que había acumulado en el campo, varios miles de pies más bajo que mi ciudad natal, sobre el nivel del mar. Lo cierto es que me mantenía en un estado de espíritu iluminado. Así compuse ‘El hombre que parecía un caballo’.
Ese cuento se refiere la historia de mi aproximación a Miguel Ángel Osorio (conocido también por sus pseudónimos de Ricardo Arenales y Porfirio Barba Jacob). Desde que lo conocí me sentí atraído por él.”

Ambos compartieron una amistad que duró hasta la muerte de Barba Jacob, ocurrida en 1942. Arévalo consigna la creación de su texto en octubre de 1914, precisamente cuando ambos escritores se distanciaron y cuando el escritor guatemalteco pensó que perdería la amistad con el colombiano que lo había motivado a la creación de su conocida narración. La impresión del libro El hombre que parecía un caballo, en el que aparece el texto del mismo nombre y “El trovador colombiano”, se realizó en la ciudad de Quetzaltenango, a 220 kilómetros al occidente de la capital, el 3 de mayo de 1915. Liano indica que la segunda edición se hizo en San José de Costa Rica en Ediciones Sarmientos, Cuaderno 14, Imprensa Alsina, 1918 . La tercera, en Guatemala, en la Imprenta Elctra. G. M Staebler, 1920, Ediciones Ayestas. La cuarta fue editada en México por Lectura Selecta n. 19, en 1920. La quinta, de nuevo en Guatemala, la que según Liano lleva el título “Rafael Arévalo Martínez. Correspondiente a la Real Academia Española. El hombre que parecía un caballo y las Rosas de Engaddi. Guatemala, C.A-Tipografía Sánchez & de Guise. 8ª avenida sur No. 24. 1927. La sexta edición se realizó en España, por la Compañía Ibero-Americana de Publicaciones. Madrid. Puerta del Sol, 15, 1931. La séptima, por la Editorial Universitaria. Guatemala, 1951; la octava, por el Ministerio de Cultura. Departamento editorial, San Salvador, El Salvador, 1958; novena, Guatemala, Centro Editorial José de Pineda Ibarra, Ministerio de Educación Pública; la décima en Perú, sin fecha; la undécima, de nuevo en El Salvador, por la Editorial Universitaria Centroamericana, 1979; la duodécima, Editorial Piedra Santa, Guatemala, 1975; la decimotercera, de la Editorial Universitaria Centro Americana (EDUCA), en San José, Costa Rica, 1982.
He utilizado el texto definitivo, es decir la última edición autorizada por el autor, publicada por EDUCA en 1970 y reproducida en la mencionada Colección Archivos, coordinada por Dante Liano.

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