miércoles, 20 de abril de 2011

Mover la silla




En nuestro país existen varios términos que ilustran lo que quiero transmitir en esta ocasión: mover la silla, darle flit, echar gas, entre otros. Pues bueno, como ya nos familiarizamos, diré que el primero que esté libre nunca estar involucrado en ello que lance el primer veneno. Utilizamos estas expresiones para varios fines, como cuando despiden a un trabajador de su oficina o cuando intempestivamente una pareja “corta” a la otra, por ejemplo.
Sucede que la dinámica de ascender de puesto en el trabajo conlleva una serie de movimientos que no necesariamente son los mejores o los más éticos. Claro que no vamos a generalizar, pues, aunque usted no lo crea, existen aquellos que obtienen menores posiciones dentro de una empresa o institución por méritos propios, pero también abundan aquellos personajes siniestros, que son conocidos con el término de culebras, arrastrados o simplemente quienes entregan lo más oscuro de su cuerpo, quiero decir alma, con tal de escalar de puesto le dan flit o gas a sus demás compañeros.
Es muy clásica aquel o aquella trabajadora que antes de echarse flores, porque muchas veces no tiene méritos para hacerlo, despotrica de los demás, quizá de sus posibles competencias o de quienes se ve amenazado, por lo que intenta moverles la silla o como dicen en Costa Rica serruchar el piso, que viene a ser lo mismo.
No voy a decir que es típico de nuestro país, porque esa actitud de lambisconear con tal de alcanzar un puesto, servir de alfombra, entregar el equipo o simplemente adecuarse a lo establecido, es característico de muchas de las dependencias en las que la “competencia” es importante, por unos cuantos quetzales más o por “prestigio”. Creo que desde las altas esferas sociales, lo privado, es decir, lo empresarial, pasando por el gobierno y hasta las ONG esta actitud se ha convertido en deporte nacional e increíblemente en algunos lugares hasta se promueve.
Como dicen en las películas de ficción, cualquier parecido con la realidad, es puramente coincidencia y las verdaderas capacidades para promover o para reconocer el servicio de alguien, esos son pues, otros cien pesos.

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