martes, 5 de abril de 2011

De las telenovelas


En esta ocasión me quiero referir al tema de las telenovelas y su reflejo de la realidad, especialmente latinoamericana. Debo confesar que, entre series de vaqueros, del espacio y programas en vivo, estos culebrones los he visto desde que tengo memoria. De pequeño, en más de alguna ocasión, acompañé durante la cena a mis abuelos a ver Los ricos también lloran o Muchacha italiana viene a casarse. Si no mal recuerdo, en Guatemala se produjo Azul, quizá la única nacional. Las argentinas de los setentas, como la de Jacinta Pichimahuida, la maestra que no se olvida, además de las cientos de telenovelas mexicanas de los ochenta, algunas de tercera o cuarta categoría, también recuerdo el boom de las brasileñas, basadas algunas en obras de Jorge Amado. Cómo no me voy a olvidar de Betty la fea (la original), que la vi en Costa Rica y hasta algunos diputados cambiaron las sesiones para no perderse el culebrón. Claro, otra memorable fue Pedro el Escamoso, que hasta los más serios aprendieron a contorsionarse con una de sus manos en la oreja. Desde hace pocos años, el tema del narcotráfico, el sexo, la homosexualidad, el suspense, entre otros, abarcan muchas de las temáticas de estas series, que no dejan de presentar el drama, la tragedia, lo insólito, es decir el romanticismo en casi todas su etapas, como por ejemplo Las muñecas de la mafia.
No cabe duda, que como el tiempo cambia y las modas pasan de un tema a otro, lo que antes eran las novelas de conservadoras y llenaban la pantalla con cientos de litros de lágrimas, ahora se han convertido en regueros de balas, sexo, teléfonos celulares e internet. No olvidemos que las telenovelas son puro entretenimiento, pero que a la vez reflejan, en gran medida, las problemáticas por las que atravesamos, cualquier parecido a la realidad es puramente “coincidencia”. Son de corte popular, son bastante realistas y abordan temas que tocan lo profundo de los sentimientos. No me refiero a las actuaciones, los escenarios o los guiones, porque esos, como decimos los guatemaltecos, son otros cien pesos.

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