viernes, 29 de abril de 2011

Gerardi en la memoria




Esta semana se conmemoró un año más de la muerte monseñor Juan Gerardi y Conedera. Como recuerdan muchos, su asesinato ocurrió una noche, que tras visitar a su familia, fue atacado violentamente y tras asestarle un golpe en la cabeza, le quitaron la vida.
Unos días antes, en pleno atrio de la Catedral Metropolitana, monseñor y su equipo presentó el texto Rescate de la Memoria Histórica (Remhi), en el cual demostró el genocidio cometido, especialmente por las fuerzas armadas militares, contra la población indígena y campesina.
Para la elaboración de ese informe, se entrevistaron a casi 60 mil afectados por la violencia. La publicación fue distribuida en cuatro tomos, que muestran esta exposición de atrocidades cometidas durante el conflicto armado.
Por esos años yo laboraba como reportero y vivía a pocas cuadras de la iglesia de San Sebastián. Recuerdo que tras el timbrazo que me despertó con la ingrata noticia, de inmediato alerté a Cesar Montes, quien vivía en el piso de arriba. Ambos pensamos que se reactivaba la persecución política a la que estábamos acostumbrados los guatemaltecos.
Lo que siguió lo conocemos a través de la información que ha circulado en los medios, en la novela escrita por Margarita Carrera, en el texto de Francisco Goldman y en una que otra publicación, que o apoyó las teorías o las desvirtuó, dependiendo de su financiamiento.
Lo cierto es que las versiones de la muerte del obispo fueron varias y de las más absurdas, dignas de una novela policiaca, pero dignas también de la literatura fantástica.
Cuando periodistas, funcionarios, miembros de ONG y demás permanecíamos en la escena del crimen, se comenzaron a manejar varias “hipótesis”, entre ellas, que se trataba de un crimen pasional. Días después, sorpresivamente fue capturado Balú, la mascota del religioso, a quien se le acusó de perpetrar el asesinato. De seguro por ser un pastor alemán, se pensó que todavía tenía genes nazis… Más de alguno colocó en su bómper la calcomanía con el Liberen a Balú.
Hay una regla tácita dentro de las premisas de los asesinatos que dice: los crímenes políticos, nunca se esclarecen. Espero que algún día tenga su excepción. No cabe duda que la memoria de monseñor seguirá viva en quienes crean que en nuestro país sí se puede vivir en paz y que se puede perdonar, pero nunca olvidar lo que ocurrió.

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